Los Toros en Cuba – II

El acorazado Maine de EE.UU

Terminábamos la primera parte de este artículo, sobre la celebraron de las primeras ”corridas de toros” en la isla de Cuba, apuntando la construcción de una séptima plaza de toros en La Habana, de la que nos vamos a ocupar a continuación y, además, seguiremos relatando el desarrollo de la fiesta de los toros en esa “Perla del Caribe”.

Efectivamente, la séptima Plaza de Toros llamada de Carlos III, también conocida como de la Infanta, ya que era el nombre de la calle donde se construyó en 1885, y que, junto a la segunda de Regla, se mantuvo activa hasta 1898; fecha en que finalizó la presencia española en aquella isla, tras el hundimiento del acorazado Maine (a las 21,40 del 15 de febrero 1898) y el posterior enfrentamiento con Estados Unidos que produjo la claudicación española y la firma del Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898, por el que se perdieron no solo Cuba, sino Guam, Puerto Rico y Filipinas.

Circunstancias que ocurrieron cuando Alfonso XIII tenía tan solo doce años y ejercía la regencia su madre la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena; presidía el gobierno español el liberal Práxedes Mateo Sagasta y el de Estados Unidos el republicano William McKinley.

Timón del Maine, Museo La Habana

La descripción de la citada plaza de toros nos la ofrece Guerrita en su Tauromaquia de esta manera: “La Habana, plaza de toros “Carlos III”, las obras comenzaron el día 15 de Mayo de 1885 en la calzada llamada de la Infanta, esquina al paseo de Carlos III. Los planos del edificio, que es de madera, como la dirección de obras, se encomendaron al notable arquitecto Sr. Osorio”.“Consta, seguimos la descripción de Guerrita, de tres cuerpos: destinado el primero á tendido; el segundo á palcos, y el último á grada. El número total de localidades es el de 10.000”.

Sigue detallando Guerrita una serie de datos, entre los que cabe señalar que tenía “55 palcos de sombra con seis asientos cada uno, reservándose dos de ellos para el Capitán General de la isla y el otro para la presidencia”, y el ruedo tenía un diámetro de 49 metros, con un callejón de “bastante anchura”.

Plaza Carlos III, La Habana

Las dependencias estaban destinadas a “administración, conserjería, enfermería con cuatro camas, guadarnés, caballerizas, dos corrales, uno de ellos cubierto y ocho chiqueros”. Los arquitectos de la plaza fueron “los Sres. Ariza, Osorio y Herrera”, los cuales “antes de la primera corrida, hicieron unas pruebas de peso, calculando el de cada persona en tres veces más de lo que pesa, siendo satisfactorio el resultado”.La inauguración, según Guerrita: “… tuvo efecto el día 15 de Noviembre de 1885 con una corrida, en la que actuaron los espadas Juan Ruiz (Lagartija) y José Martínez Galindo.

Lagartija banderilleó al quinto toro; Ojitos dio el quiebro de rodillas en el sexto, y a este mismo toro lo saltó al trascuerno y con la garrocha Francisco de Diego (Corito)”.

Juan Ruiz «Lagartija»

Por dicha plaza de toros pasaron todas las primeras figuras del momento que, como ocurre en la actualidad, se iban a “hacer las Américas”. Señalar que por aquella época, según se desprende al escudriñar las biografías de toreros de finales del siglo XIX, las plazas de mayor importancia en América, por el número de festejos que programaban, eran, junto a la de La Habana, México, Lima y Montevideo. Entre esas figuras del toreo que tomaron parte en festejos taurinos en La Habana, a finales del siglo XIX, cabe citar al diestro Pedro Aixela “Peroy” que se cita en la tauromaquia de Guerrita: ”En 1863 trabajó en La Habana en seis corridas

Otro afamado espada fue el granadino Francisco Sánchez “Frascuelo”, de Churriana de la Vega, de quien sabemos que participo en las corridas de 1884 y que se hizo cargo de los restos mortales de “Cuchares”, que fueron exhumados en dicha ciudad el 11 de Enero de 1885 y su posterior trasladado a España, como ya detallamos en el artículo anterior.

En la temporada de 1886, año en el que se completa el proceso de la abolición de la esclavitud en la isla, aparece la figura del distinguido torero guipuzcoano D. Luis Mazzantini Eguía, llevando de segundo espada a Diego Prieto Barrera “Cuatro-dedos”, que le cedió su antigüedad, y una brillante cuadrilla de banderilleros y piqueros,  como el picador de Úbeda Rafael Alonso “El Chato”.

Luis Mazzantini

Mazzantini se convirtió de inmediato en el ídolo de aquella afición, llegando a torear 16 corridas en la temporada 1886-7, por las que cobró 30.000 duros (150.000 pts), cantidad que no había cobrado hasta entonces ningún torero, alcanzando tal notoriedad que, según un cronista de La Habana, «… intimidó con lo más florido de la sociedad cubana, impuso modas y costumbres, dio su nombre a las marcas más selectas de cigarros y logró hacerse, en una palabra, el nombre del día». La irrupción de Mazzantini en Cuba, a quien apodaban los toreros de su época como “el señorito loco”, coincidió con la presencia en la isla de la célebre actriz francesa Sarah Bernhardt, cuyo encuentro se produjo en el mismo hotel Inglaterra donde ambos se alojaban. Contaban los mentideros de la caribeña ciudad, que la gran diva, la excéntrica, temperamental y caprichosa actriz quedó prendada, ipso facto, del apuesto matador y prendió en ella tal entusiasmo por la fiesta nacional española que la llevó a la plaza de toros para ver a su ídolo, luego la apostura, gallardía y entrega del matador Mazzantini hicieron el resto.

La actriz francesa Sarah Bernhardt

La sociedad habanera empezó a dar pábulo al romance entre las dos estrellas, cuyo rumor cruzó el océano atlántico, llegando a Europa, donde fue reflejado en los principales periódicos españoles y franceses. La crónica de la corrida a puerta cerrada, que el torero organizó para la actriz, fue publicada en el longevo diario francés “Le Figaro”, e incluso hubo quien llegó a escribir sobre el ostentoso anillo de perlas y brillantes que la Bernardt lucía a su vuelta a Francia.

Parece ser que los combates, “extra ruedo”, entre el torero y la vedette, agotaron de tal modo a Mazzantini que a «la hora de la verdad» fue opacado en la arena por el no menos afamado Guerrita, quien también hacía temporada en la plaza capitalina. La presencia de Mazzantini en Cuba quedó acuñada en una frase popular para definir algo muy difícil o casi imposible de realizar: «¡Hombre, eso no lo consigue ni Mazzantini el torero!».

A pesar de los acontecimientos luctuosos que se habían producido, tras el hundimiento del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898, los toros se siguieron celebrando en diversos puntos de la isla, ya que la previsible guerra no tendría lugar hasta el 3 de julio de 1898, fecha en que tuvo lugar el combate naval de Santiago de Cuba y la destrucción de toda nuestra flota, al mando del Almirante Cervera.

El almirante Cervera

Así encontramos que el periódico cubano “El Toreo”, en su número 1.301, dedicó un amplio comentario a la corrida celebrada en la Plaza de Toros de la Regla, de La Habana,el 13 de Febrero de 1898, a beneficio de la cuadrilla de Mazzantini, con toros de Anastasio Martín. En ella tomaron parte Luis Mazzantini, José Centeno y Laboise. En otra noticia se señala que en la misma plaza tuvo lugar unos días después, el 27 de Febrero de 1898, otra corrida a beneficio del propio Mazzantini, lidiándose seis toros de Benjumea. «Luis Mazzantini –comentó El Toreo- encargado de torear los seis toros, fue muy aplaudido, recibiendo valiosos regalos de sus admiradores. Banderilleó el quinto, siendo objeto de una gran ovación.» Al marcharse de aquella isla fue despedido como un triunfador entre aclamaciones y cohetes. Desde allí se embarcó para México, donde toreó también con mucho acierto. La vuelta a España merecía la recompensa de paladear las mieles del éxito en tierras americanas, pero el dolor de haber dejado muerto en Cuba a su buen banderillero “el Barbi”, ensombreció cualquier atisbo de celebración.

Rafael Guerra «Guerrita»

Como ya hemos apuntado, junto a Mazzantini, obtuvo grandes éxitos Rafael Guerra “Guerrita” en la Plaza de la Habana, en la temporada 1887-8, la única temporada que participó, donde gustó mucho, no solo por su toreo sino por el dominio y lucimiento de todas las suertes, consiguiendo, la mayoría de las tardes, empequeñecer el toreo de Mazzantini, a pesar de la fama conseguida por éste. No obstante la exitosa temporada cubana, Guerrita fue herido en su última actuación en La Habana y aunque la cogida fue leve el restablecimiento le llevó más tiempo de lo normal, por lo que retrasó más de lo debido su vuelta a España, donde se le esperaba con anhelo, especialmente en su Córdoba natal. Sus paisanas, orgullosas de su torero y preocupadas por su tardanza en volver de Cuba, cantaban esta copla popular:

Ni me lavo, ni me peino

Ni me asomo a la ventana,

Hasta que no vea venir

A «Guerrita» de la Habana.

Como es natural muchos más toreros participaron en diversas fechas en las corridas que se programaban en las diferentes plazas de la isla a finales del siglo XIX, como fue la presencia de  Francisco Arjona Reyes “Currito”, el hijo de Cúchares, que estuvo toreando en La Habana,  en el invierno de 1887-88, junto a Hermosilla y “Guerrita”.

Fernando Gómez «El Gallo», padre de los «Gallos»

Otro torero fue Julio Aparici Pascual (Fabrilo), natural del barrio de Ruzafa de Valencia, de quién, tras su presentación en Madrid en 1887, el público dijo de él que “tiene cara de mujer bonita”. En 1888 realizó una triunfal presentación en La Habana, donde toreó aquel invierno con el inventor del quiebro de rodillas Fernando Gómez “el Gallo” y Diego Prieto “Cuatrodedos”.

Aunque el objeto de este artículo no es el de relatar los avatares del devenir político de la situación en Cuba, previos a la independencia de la isla, si es preciso apuntar algunas pinceladas de aquellos acontecimientos más relevantes.

Los movimientos independentistas se fueron sucediendo con cierta intermitencia desde 1868 en la región de Manzanillo, que, aunque acallados, se reavivó la llama revolucionaria con el proteccionismo del monopolio textil catalán,  con una injusta ley de aciaga memoria, la conocida Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas, promulgada el 20 de julio de 1882, que junto con el Arancel Cánovas (1891) imponía a los cubanos fuertes aranceles para exportar su producción textil.

El poeta cubano José Martí

A parte de otras escaramuzas de mayor o menor importancia, la situación empieza a enrarecerse con la creación del Partido Revolucionario Cubano, cuyos primeros levantamientos se producen, a un tiempo, en Oriente y en Matanzas en 1895 y que fué fundado en 1892 por el periodista y poeta cubano José Martí, aquel que cultivó “una rosa blanca”:

«Cultivo una rosa blanca

 En Junio como en Enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.

 Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
 cultivo una rosa blanca».

y el que “echó sus versos del alma” en aquellos “Versos sencillos”:

 Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma.
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

El mismo año de la creación del Partido Revolucionario Cubano dimite, como Gobernador de la isla, el general Camilo García de Polavieja, apodado “el general cristiano”, provocada por los encontronazos con los capitalistas españoles y los hacendados cubanos y al ser incapaz de reprimir la corrupción generalizada del funcionariado de la isla y estar en desacuerdo con las políticas del Gobierno de Madrid.

El general Camilo Polavieja

La guerra se generaliza a Oriente y Occidente a partir de 1895, en cuyas contiendas se escribieron grandes páginas épicas de la Guerra de la Independencia de cubana, hasta su finalización en 1898 con el hundimiento del acorazado Maine y la posterior debacle en los enfrentamientos con EEUU.

Las tres cuartas partes de las bajas que produjo la guerra entre las tropas españolas fueron por causa de “las bajas que múltiples enfermedades tropicales, producidas por los innumerable clases de insectos, el calor húmedo, las aguas infectas y la inadecuada y pobre alimentación causaban entre los soldados llegados de la península” que superaron los 300.000 soldados muertos. Como señala Moreno Fraginals, que se quedó a vivir en la isla tras la derrota “la guerra de Cuba la ganaron la malaria y la fiebre amarilla”.

Mientras los toros y los movimientos en contra seguían su marcha sin que le afectaran demasiado los acontecimientos bélicos. Así se registra que desde el diario El Fénix, el 18 de Noviembre de 1894, se apoyaría una campaña para “la suspensión de las corridas de toros en Cuba”.

Soldados de la guerra de Cuba

Desde 1896 no cesan de arribar a las costas patrias un rosario de embarcaciones cargadas con un ingente número de enfermos y heridos de la campaña de Cuba. Por iniciativa de S.M. la Reina Regente, Dª Mª Cristina de Habsburgo-Lorena, y a través de la Cruz Roja, que presidía el antiguo gobernador de Cuba el general Polavieja, que proyectaba la creación de un sanatorio en Santoña o Santander, para el restablecimiento de la salud de los soldados enfermos. Para ello se trató de organizar una patriótica corrida de toros en San Sebastián, en la plaza de madera que había junto a la estación de ferrocarril, la de Atocha, con 10.000 localidades, cuyo empresario cedía gratuitamente sus instalaciones y en la que en principio participaría “Guerrita”. Mas éste propuso se celebrase en Madrid, por su mayor capacidad y así proporcionaría mayores beneficios económicos. Pero en Madrid habrían de toparse con los impedimentos egoístas de “el de la flauta, con un agujero sólo”, es decir con D. Bartolomé Muñoz, a la sazón empresario de la plaza de Madrid, que tan solo exigió “las condiciones de costumbre”, es decir el cincuenta por ciento de los beneficios. Casi ná!.

Aún así, salvados los errores cometidos por la organización del festejo, se celebró la corrida el sábado 17 de Octubre de 1896, con cuatro toros de Benjumea y cuatro de Muruve, estoqueados por “Guerrita”, Antonio Moreno Fernández “Lagartijillo”, Antonio Fuentes Zurita y Emilio Torres “Bombita”. Las cuentas se publicaron en La Lidia, el 28 de Octubre, arrojando el siguiente balance: recaudación 97.444,38 pts, de las que 20.322,40 pts se llevó el Sr. Bartolo por el arrendamiento de la plaza, que no llegó a llenarse, y junto a las 42.121,98 pts que ascendieron los gastos, tan solo quedó un beneficio de 35.000 pts.

La Reina regente María Cristina

Ante ese ridículo, el periódico El Imparcial de Madrid abrió una suscripción popular a favor de los heridos de Cuba, a la que se sumó la Reina con un donativo de 3.000 pts. No obstante, el citado periódico organiza otra corrida de toros en Madrid, que se celebraría el viernes 13 de Noviembre de 1896, cuya plaza, esta vez sí, ceden gratuitamente la empresa. Los seis toros serían de D. Pablo Benjumea, de Sevilla, y los diestros actuantes, que cedían gratuitamente sus estipendios a favor de los heridos, fueron Guerrita, Reverte y Emilio Torres Bombita. En la Presidencia estuvieron presentes los afamados toreros Lagartijo y Frascuelo que fueron saludados con una sonora ovación. En el palco nº 5 se invitó a seis soldados heridos, que estaban recién llegados de la guerra y que fueron ovacionados con cariño.

La Reina, que no pudo acudir a la corrida por sufrir un pertinaz catarro, envió 1.000 pts “para aumentar con ellas el producto de la ya celebrada fiesta”. La revista “El Enano” donó la recaudación de la venta de los números del día de la corrida y el siguiente, que ascendió a 206,25 pts. Los beneficios alcanzaron la no despreciable suma de 90.531 pesetas.

A tan celebrado evento no podía faltarle la atención de la trova popular  que le dedicó el siguiente “Tango patriótico”:

A la corrida de toros

que organizó El Imparcial

acudió lo más selecto

de la buena saciedad.

Y como no podía faltar, los compañeros de armas no se quedarían sin mostrar alguna manifestación de compañerismo, solidaridad y cariño hacia sus correligionarios de milicia y para ello  se realizó, en Cartagena (Murcia), una corrida de toros, el domingo 30 de Agosto de 1896, y que fue organizada por el Círculo Militar de la ciudad departamental a beneficio “de los heridos de Cuba”, con seis toros de D. José Adalid, que serían estoqueados por los diestros Enrique Vargas “Minuto” y José García “Algabeño”. El destino de los beneficios obtenidos, tal como rezaba en el cartel de la época, serían asignados: “… la mitad a La Cruz Roja Española y la otra mitad a “Los heridos en Cuba hijos de Cartagena”.

Cartel de la corrida de Cartagena

Y como último aporte señalemos que, el martes 12 de Mayo de 1898 se celebró otra corrida de toros en Madrid con idéntica finalidad, que presidiría el Conde de Romanones, y en la que actuaron los diestros Guerrita y Mazzantini que hicieron, además de las delicias del público, unos encendidos brindis patrióticos. Así brindó Guerrita al Presidente: “Brindo al Presidente y a sus compañeros, con el deseo de que el toro se transforme ahora en yanqui”, y Mazzantini explotó de ardor nacional: “Que todo el dinero recaudado en esta corrida se gaste en dinamita para romper en mil pedazos aquel país de aventureros llamado Estados Unidos”.

Ante esas manifestaciones patrióticas no podía faltar la música y lo hizo, entre otras muchas composiciones, con una obra del género chico, la zarzuela titulada “La Marcha de Cádiz” que compuso Federico Chueca, inspirada en el famoso asedio de Cádiz de 1810 por los franceses y estrenada en el teatro Apolo en 1886. La citada marcha era el último número del primer acto de la citada zarzuela, que se trata de una marcha militar que Chueca había compuesto, en 1868, en honor del General Prim y era usada comúnmente para despedir a las tropas que partían desde el puerto de Cádiz hacia la guerra de Cuba.

Podéis ver y oír la citada marcha en el siguiente enlace de Youtube

http://www.youtube.com/watch?v=V7NYnXylQ8c

Y, mientras escucháis la música, si queréis ver fotos de aquella página negra de nuestra historia y  de personajes históricos participantes, esta es la página:

http://www.youtube.com/watch?v=42gBwfV4sJw

Como hemos visto, la tradición cultural de las fiestas de toros en Cuba se mantuvo sin interrupción durante cuatro siglos (desde el 1514 hasta 1898), un año después del hundimiento del acorazado norteamericano Maine en el puerto de La Habana (precisamente la tripulación del Maine asistió a una de aquellas corridas), el brigadier general Adna R. Chafee, jefe del Estado Mayor de la Fuerza Norteamericana de ocupación, decretó, por Orden Militar nº 187, el 10 de octubre de 1899 la prohibición absoluta de las corridas de toros en la isla, “so pena” de multa de 500 pesos a quienes incumplieran y desobedecieran esa normativa.

Plaza de toros de La Habana

No obstante, con el nacimiento de la República de Cuba en 1902 y una vez finalizada la ocupación norteamericana, parecía que los nuevos aires traerían nuevos aromas de libertad y con ello, el restablecimiento de las corridas de toros. Pero nada más lejos de la realidad, ya que esa prohibición no solo mantuvo su vigencia, sino que fue acatada por todos los gobiernos de la República, incluso por este último.

Aún así, parece ser  que se construyó una última plaza de toros en La Habana, la de “Los Zapotes”, situada en San Miguel del Padrón, hoy uno de los barrios al sur de la capital, que se inauguró en 1908 y al parecer estuvo en servicio hasta 1940.

Durante el siglo XX hubo algunos intentos de burlar la ley, o si se quiere de “saltársela a la torera”, pero la mayoría de los esfuerzos fueron totalmente infructuosos.

Como prueba de ello se importaron en 1923  seis toros mexicanos y se contrató a Rafael Gómez «El Gallo«, pero las autoridades competentes no permitieron la celebración del espectáculo.

Pero el mundo el toro no se rendiría tan fácilmente y, tras mucho insistir, consiguieron que el gobierno permitiera que se dieran unas corridas de toros en la Habana, con la condición de que no se mataran o banderillearan los toros. La citada corrida se celebró en el Estadium Tropical, con una capacidad de 13.000 espectadores, el 27 de abril y 4 y 11 de mayo del 1941, lidiándose cuatro toros en cada una, en la que tomaron parte Jaime Noaín y Rafael Ponce «Rafaelillo«, tío-abuelo del gran Enrique Ponce, con toros de la ganadería mexicana de «San Mateo«.

Rafael Ponce «Rafaelillo»

No obstante la prohibición de clavar banderillas y dar muerte al toro, los banderilleros Torquito y Ginesillo, ante la insistente petición del público, se atrevieron a parear “sin trampas ni cartón” a uno de los toros con banderillas de verdad. Dicha infracción fue presenciada por el presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Cuba, quien inmediatamente presentó la correspondiente denuncia contra los citados banderilleros, que tuvieron que comparecer ante el juez en un juicio oral rápido, celebrado aquella misma semana. Tras la exposición de las acusaciones el juicio fue suspendido, a petición de la defensa, por la no comparecencia de la parte ofendida “el toro”. La revista taurina “El Ruedo” del año 1941 ofrece un detallado relato de dichos festejos.

El 30 y 31 de agosto del 1947, se celebraron otros dos simulacros de corridas que se dieron en el Estadio de la Habana. La primera corrida se celebró sin novedad, pero la segunda corrida hubo de suspenderse, a mitad del festejo, por culpa la lluvia tropical. Los toros fueron de la ganadería colombiana de “Aguas Vivas”, en la que tomaron parte las grandes estrellas mexicanas como Fermín Espinosa «Armillita» y Silverio Pérez. El espectáculo que se ofreció fue de tono menor, ya que no podía matarse al toro y las banderillas usadas carecían de arponcillo y las espadas eran de madera.

Esta presentación sería el último espectáculo taurino celebrado en «La Perla del Caribe«, a pesar de que en el 23 de enero del 1973 se consiguiera que un Decreto-Ley autorizara la celebración de corridas de toros en Nueva Gerona, en la Isla de la Juventud, donde se proyectaba construir una plaza de toros, pero ni el proyecto de construcción como tampoco el intento de dar corridas llegaron a materializarse.

Muchos más datos se podrían aportar sobre el desarrollo de las corridas de toros y de los intentos para la celebración de corridas en el siglo XX en Cuba. Hasta aquí, amigo lector,  lo expuesto en los dos artículos sobre “Los Toros en Cuba”, sólo son una somera e incompleta reseña, que no historia, de los avatares vividos y sufridos por nuestra «Fiesta Nacional» en aquella isla de Cuba, llamada “La Perla del Caribe”. Estoy seguro que muchos aficionados conocerán muchos más datos que los que aquí humildemente os presento, por lo que espero sepan disculpar las omisiones que se hayan producido.

     Plácido González Hermoso

BIBLIOGRAFIA

Rafael Guerra “Guerrita”, “Tauromaquia”, tomo II, pag.998

Miguel Ángel López Rinconada, “Los toros y la guerra de Cuba

José María de Cossío, “Diccionario de Toreros

José María de la Torre, “Habana Antigua y Moderna

Ángela Oramas Camero “Las Corridas de Toros en Cuba

José María de Cossío, “Los Toros”, tomo IV

Andrés Amorós, “Toros y cultura

Mª Verónica de Haro de San Mateo (Universidad de Murcia) “La corrida patriótica organizada por El Imparcial en 1896” -IC – Revista Científica de Información y Comunicación 2011.

Revista taurina “El Ruedo”, 1941

Terminábamos la primera parte de este artículo, sobre la celebraron de las primeras ”corridas de toros” en la isla de Cuba, apuntando la construcción de una séptima plaza de toros en La Habana, de la que nos vamos a ocupar a…

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LOS CONTRATOS DE TOREROS

Desde bien antiguo es conocido el hecho de los “toreros o matatoros” que participaban en los festejos taurinos cobrasen ciertas cantidades por su trabajo. El tema, como se pueden entender, es bastante extenso y la abundancia de datos al respecto obligan a aportarles solo unos cuantos, a fin de no extendernos excesivamente.

2 Comentarios

  1. Javier González Gutiérrez

    En primer lugar felicitarle por este excelente qrtículo que he leído sin ser aficionado a los toros. El motivo ha sido el estudio que estoy realizando sobre la vida de mi bisabuelo Saturnino Muñiz,natural de Candás (Asturias) y que residió en Cuba (1891-1898) donde colaboraba en la prensa de la colonia asturiana (El Heraldo de Asturias y el correo de Asturias).Por unos recortes que tengo en mi poder se también que participó en al menos una corrida benéfica en la plaza de la Infanta en el año 1895. Por si es de su interés se los transcribo:
    – Artículo publicado el 23-6-1895 en El Heraldo de Asturias
    LA NOVILLADA
    Con un tiempo bastante agradable, se celebró la anunciada novillada del domingo último, en la plaza de la calzada de la Infanta.
    La función fue organizada por la Sección Sanitaria del Centro Asturiano y el producto será dedicado a aumentar los fondos para la construcción de las enfermerías necesarias en la hermosa quinta adquirida por el Centro Asturiano para la instalación de sus enfermos.
    Hermosísimo golpe de vista presentaba la plaza en esa tarde, casi llenas todas las localidades y en su totalidad los palcos, los cuales lucían cual semicírculo de preciosa floresta, formada por lindos bouquets compuestos de señoras y señoritas, que con su presencia dieron realce a la fiesta taurina.
    Hacer una reseña de las peripecias de la corrida sería tarea enojosa, por cuanto la cuadrilla la componían varios jóvenes aficionados; y por tanto irresponsables ante las reglas del arte del toreo.
    Mas no por eso dejó de tener sus lances dignos de señalarse; tales, como la soberbia estocada con que Saturnino Muñiz firmó el pase para el otro barrio a el Llagarto, estocada que le valió aplausos, puros y felicitaciones, cual si fuera un torero de verdá.
    También se distinguió, mojando bien y con brío, el novel picaor Simón Solares; haciéndolo regular el resto de la cuadrilla, excepto Pola, el Electricista.
    Este Pola merece punto y aparte.
    ¡Vamos a ver, Pola! ¿a qué se debe la jindama que le cogiste a Salta sucos?
    No puede ser a las intenciones del berrendo, pues te hemos visto matar en otras ocasiones con valor y con coraje a toros de mayor pujanza.
    Hay que convenir en que algo extraño debió pasar por ti, para que así defraudaras las esperanzas de los que como aficionado sobresaliente en el arte de Costillares, te tienen.
    ¿Dónde echaste los papeles que te dio el infortunado Gaviño, al decir de ti en la corrida que se celebró el 2 de Enero de 1881 en la plaza de Regla que:
    “Brindó Pola y se fue a la cabeza del cornúpeto con mucho salero. Lo pasó bien y ceñío, dejándose caer, con un pinchazo en el sitio y una estocada de chipén que hizo caer al animal sin decir esta boca es mía.
    Aplausos y bravos.
    Pola estuvo hecho un barbián;
    ¡bravo, bravo, bien por él!
    le voy a pagar un plus
    si le encuentro en el café”
    Te recuerdo esto, para que vean que te has dejado mojar los papeles por Salta sucos.
    Pónlos a secar y guárdalos como recuerdo.
    Es un consejo de amigo.
    Estebita cumplió bien. Caballero en el paquidermo Romeo – que facilitó nuestro paisano el popular Pubillones- recogió la llave del toril y luego bailó un zapateo cubano en el redondel, capaz de entusiasmar al identificado Miró y Argenter.
    En resumen, la corrida fue de buten.
    Muchos lances cómicos, mucha animación y un buen resultado para los fondos de la Casa de Salud.
    El programa fue cumplido en todas sus partes y ampliado por Romeo, que lució algunas habilidades, algo inoportunas, pero que pasaron, como cosas de elefantes.
    El público complacido, y nosotros, enviamos desde estas columnas nuestra calurosa felicitación al señor Gaztambide, entusiasta Presidente de la Sección Sanitaria y a los jóvenes que le secundan en la penosa tarea de esta Sección, por el éxito alcanzado.
    Las señoras y señoritas fueron obsequiadas con dulces y licores del renombrado café H.

    – Tengo un segundo recorte del que no sé la fecha ni el periódico a que corresponde, pero que me imagino que hace mención al mismo espectáculo:
    LA CORRIDA DEL DOMINGO
    Como era de suponer, el circo taurino de la Calzada de la Infanta, presentaba en la tarde del domingo último un aspecto animadísimo, igual que los días de las grandes corridas, dadas aquí por Mazzantini y Guerrita.
    Allí se había dado cita toda la colonia asturiana y mucho de lo bueno de las demás colonias, que quisieron también tomar participación en la fiesta y contribuir al objeto benéfico a que se dedicaba.
    En los palcos lucían la española mantilla multitud d damas asturianas, de nacimiento unas y por afinidad otras: en las gradas y tendidos de sombra toda la alegre juventud del comercio y de la industria, en las de sol los menos pudientes, pero que también gozan con las glorias y los progresos de su adorada Asturias.
    A las tres y media hizo su salida el elefante Romeo, llevando sobre su fenomenal silla al enano Estebita, causando la hilaridad del público aquel notable contraste de tan alta cabalgadura para tan diminuto caballero.
    Bailó su zapateo cubano el popular billetero, y dio comienzo el acto taurino con la presentación de la improvisada cuadrilla.
    Los toros, regalados por el entusiasta Pepe Arrojo, dieron mucho juego y propinaron revolcones a granel a los debutantes toreros.
    Casi puede asegurarse que de los espadas y banderilleros el único que salió ileso fue el amigo Pola, que figuraba en el cartel como primer estoque y resultó el último, es decir, que fue el más prudente, porque a pesar de ser de la tierra de los toreros siempre andaba a honesta distancia del bicho.
    El héroe de la tarde fue el simpático y arrojado candasín Saturnino Muñiz, que despachó al segundo cornúpeto, que era el que le tocaba, de una estocada maestra, digna de uno de los más afamados diestros.
    La ovación al amigo y colaborador Saturnino fue tan espontánea como merecida. Muchas palmas, muchos puros y sombreros al ruedo, fueron el premio al arrojo y serenidad del bravo candasín que así corta una camisa como no hay quien la mejore en la acreditada sastrería y camisería “La Francia”, Monte 57, y escribe unas cuartillas para EL CORREO DE ASTURIAS, en las horas de descanso, como da una estocada florentina a un miura cualquiera como puede hacerlo el más aventajado discípulo de Pepe Hillo.
    Bravo por Saturnino.
    Los demás muchachos todos estuvieron muy bien: por lo menos demostraron no tener miedo a los revolcones que pudiera darles la fiera.
    Hasta las seis de la tarde se prolongó el espectáculo que debe haber dejado satisfechos a los entusiastas jóvenes de la Sección Sanitaria, que se portaron como siempre, bien, muy bien.
    No sabemos aún cual habrá sido el resultado monetario; pero desde luego aseguramos que será satisfactorio, y que el amigo Gaztambide, que fue el héroe de esa jornada, merece toda clase de elogios, porque durante algunos días no se dio punto de reposo en los preparativos de la corrida.
    Bien por él y por la animosa Sección que preside.

    Si es de su interés podría enviarle copia escaneada de los artículos.
    No deja de llamarme la atención el espéctaculo del enano Estebita y el elefante Romeo ¿Tiene algún dato más de ellos?

    • Muchas gracias, amigo Javier, por la atención prestada.
      Son curiosos los relatos que aporta y loable la generosidad de la colonia Asturiana en Cuba. En aquellos años de finales del diecinueve, extendida la guerra en Cuba, fueron infinidad de festejos benéficos celebrados, tanto en Cuba como en España, ya que la cantidad de heridos, sin contar los muertos, fueron innumerables, cuyo mayor causante fueron las clásicas enfermedades tropicales.
      Gracias por su atención.
      Plácido González

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