
La Banderilla… mire usted que poca cosa,
cualquier rosa tarda más en crecer,
cualquier flor por pequeña que sea,
se puede envanecer.
Pero la Banderilla nunca puede llegar a bandera,
se ha quedado en chiquilla.
Pequeña, zalamera, graciosa, airosa,
¡un poco nerviosilla… y un poco pinturera!
Pero chiquilla, que por eso se llama banderilla.
Que si fuera bandera, puede que tuviera más hermosura,
pero menos fragilidad.
Más majestad, pero menos finura.
Más aristocracia, pero menos salero.
Más vuelo, pero menos gracia.
Y es que cada cosa tiene su gracia especial.
¿ve usted qué grande y qué hermosa,
la catedral de Sevilla,
y a su lado qué sin valor,
esta flor de de mi Banderilla?.
Pues siendo ésta tan chiquilla
y aquella tan monumental,
yo no cambiaría la catedral por la Banderilla,
ni la Banderilla por la catedral.
Porque cada cosa tiene su cosa especial.
Pa rezar me sobra la Banderilla, ¡eso es natural!
pero pa torear, pa torear, me sobra la catedral,
aunque sea la de Sevilla.
¿Y a que no saben ustedes donde nació esta flor?
¿en la orilla de un río? ¡no señor!
¿en un encelamiento con los claveles? ¡ni hablar!
¿en un donaire? ¡no señor!.
La Banderilla nació, de esta chulería señorial,
flamenca y brava de España.
Aquí pa cantar, primero la caña,
con su poquito de broma, pa empezar.
Aquí pa bailar, primero
su poquito de zuero de paloma,
¡el arsa!, ¡el toma!, ¡el vamos a verlo!,
¡el ole tus pies!.
Pa después, la sangre caliente,
llena el aire de desplante y de volante,
de finura y calentura,
y pa jugarse a la suerte,
la vida o la muerte ante el toro.
Mucho capote de oro, mucha seda,
mucho sol y mucha marchosería,
y sangre fría en el corazón.
¿Qué tú me vas a matar
porque en tus pitones tengas,
dos muertes `por estrenar?
¡Venga!, ¡venga!, prueba,
Prueba a ver si lo consigues.
Yo en cambio, si me persigues
pa que veas la nobleza
con que juegan a la muerte los señores,
antes de darte la muerte,
te voy a poner dos flores…¡chulería!.
Y de esta marchosería
con que España juega, engaña
y pelea a orillas de una cornada mortal,
nació la gracia sin par,
de síntesis de quiebro y gracia,
de esta fina Banderilla.
Apenas caña doblá, temblor, airesillo… ¡ná!
y esta es su gracia mayor,
saber hacer una flor con un poquillo de ná.
Vengan flores de Lis, rosa de Francia,
pa competir con esta Banderilla.
Tan poca cosa, tan chiquilla…¡Pero vaya elegancia!
Y vengan toas las flores del mundo entero,
a morirse de rabia ante mi banderilla.
Tan poca cosa, tan chiquilla,
Pero ¡vaya salero!… Mi Banderilla.
Manuel Benítez Carrasco
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