ANECDOTARIO TAURINO 3

Lagartijo
Lagartijo
Toros en Paris
El primer año en que se celebraron corridas de toros en París, fueron allí, como es sabido, casi todos los matadoras de alternativa. Almorzando en un hotel el mismo día de la llegada la gente que iba al servicio de Fernando Gómez (el Gallo), sirvieron un plato de carne apenas pasada por la parrilla, lo cual hizo que el mozo de estoques se dirigiera al camarero en estos términos.
—Oiga usted, esto está vivo. O se han figurao ustés que aquí semos lobos, que nos comemos la carne crúa?.

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Lagartijo y la República
Rafael Molina Sánchez, “Lagartijo” era consecuente con su manera de pensar dentro y fuera de la plaza, alardeaba de republicanismo, y en 1889, en la primera de las corridas que se celebraron en París con motivo de la Exposición Universal (la de la torre Eiffel), se negó a brindar un toro a la reina Isabel II, diciéndole a los allegados en el callejón: “Que no se lo brindo… porque soy republicano ¡He dicho y no repito!”

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Lagartijo y Córdoba
—Desengáñate,—le decía á Lagartijo un admirador, amigo y paisano suyo;—en nuestra tierra no ha habido más hombres célebres que dos : tú y Gonzalo de Córdoba.
— No, que semos tres;—repuso Rafael.—¿Pues dónde te dejas al Gran Capitán?

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Lagartijo y sus telegramas
En cierta ocasión a «Lagartijo» le suspendieron una corrida por lluvia, y le puso a su esposa el siguiente telegrama: «Suspendía la corría por llovía. Tu marío, Rafael».

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Cataratas toreras
El famoso Rafael Molina, «Lagartijo» y José Lara, «Chicorro”, se encontraron en un balneario, después de haber dejado el primero los toros y cuando el segundo se encontraba en el ocaso de su carrera taurina.
—Pero… ¿es que ya no piensas torear? — preguntó el cordobés al diestro de Algeciras.
—Es que soy viejo, Rafael —contestó «Chicorro»—, y voy a quearme ciego porque las cataratas se me van jasiendo cá vé más grandes. En la plaza estoy en un continuo compromiso. No jago más que tropezar con los caballos.
Y «Lagartijo» le preguntó maliciosamente: —¿Y cómo es, José, que no «tropieza» con los toros?
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El Espartero
El Espartero
Un vestido de canario
En cierta ocasión, Manuel García, «El Espartero» mandó hacerse un vestido amarillo, confiado de que este color le daba buena suerte. Pero ocurrió que la misma tarde que lo estrenaba sufrió tantas y tan aparatosas cogidas que salió de la plaza completamente molido y sin ganas de bromas. Una vez en el hotel los amigos comenzaron a dirigirle frases más o menos irónicas y ocurrentes acerca de la «buena suerte» del trajecito amarillo, hasta que el diestro acabó por reír y exclamar:
—La verdad es que me he «pasao» la tarde tapando goteras en las nubes.
A lo que replicó su banderillero Malaver:
—Pero como no habías de pasarte volando toda la tarde, si iba vestido de canario.

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Rafael el Gallo
Rafael el Gallo
División de opiniones
Acababan de celebrarse las corridas de la feria de Córdoba. Rafael el “Gallo” regresaba en el tren a Sevilla. Durante el trayecto, en el pasillo del coche-vagón tropezó con un amigo que, desde Madrid, se dirigía también a Sevilla.
Tras saludarse efusivamente, recayó la conversación sobre las corridas de Córdoba. Fue el amigo preguntando al “Gallo” por la actuación de todos los diestros que en ellas tomaron parte, así como el juego que había dado el ganado. Al fin le dijo:
– Y tú, ¿qué tal has estado? ¿Qué opinaba el público de tu actuación? A lo que el “Gallo” contestó con seguridad:
– Pues, mira, de mí sólo sé decirte que las opiniones quedaron divididas.
– ¿Entre tú y el “Bomba”? – preguntó el amigo.
– No –respondió Rafael–. Que unos se metían con mi madre y otros con mi padre.

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¡Enviadlo a la cárcel!
Las reacciones de los públicos presentes en una plaza de toros son muy dispares y en ellas influyen una gran cantidad de factores: las faenas, el tiempo, el ganado…Por ello, a menudo se producen grandes manifestaciones de fervor popular en una plaza, tanto a favor como en contra.
En esta ocasión, pasamos a relatar una anécdota sucedida a Rafael Gómez El Gallo en Valladolid. Antiguamente, se tenía por práctica habitual anunciar seis toros para dos toreros.
Habiendo matado El Gallo el primero de su lote, no había tenido el ilustre torero mucha suerte y su actuación había sido más bien gris. En esto que un espectador comenzó a increparle duramente a la muerte del toro y gritaba:
– A la cárcel, a la cárcel con El Gallo…
A lo que Rafael, consciente de que aún le quedaban dos toros encerrados, respondió:
– A la cárcel… ¡qué más quisiese yo con lo que me queda ahí dentro!

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Veras … hay muchos
De los Veras, de Cádiz, fue aquel famoso aficionado a quien, como un novillo le partiese el revés del vientre, dejándole mal herido, dispuso en el testamento que lo enterraran boca abajo para que siempre se viera la gloriosa herida. El tal, que tenía un humor comparable con el de don Francés de Zúñiga, bufón de Carlos V, decía a su pobre mujer, cuando él ya se encontraba embarcado para el otro mundo:
-¡Hija mía, no te cases! Veras hay muchos; pero no encontrarás un toro que te mate el segundo “marío”

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Cúchares
Cúchares
Cuchares Ganadero
Cuando Cuchares se metió a ganadero, por cierto con penoso resultado, dijo un día al duque de Veragua:
-Ahora vera usté lo que es criá toros güenos…
Y el duque, encogiéndose de hombros, le contestó:
-Desengáñate, Curro, las guitarras nunca las han hecho los tocadores.

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Enrique Vargas "Minuto"
Enrique Vargas «Minuto»
Sobran letras y cariño
En cierta ocasión, Enrique Vargas, «Minuto» hubo de dedicar un retrato suyo al maestro que le había enseñado a leer y escribir, y la dedicatoria que escribió en la fotografía decía:
—»A mi querido y «hadmirado» maestro don “fulano de tal”, a quien le devo el saber leer y escribir».
Cuando el maestro leyó la dedicatoria, se indignó, como es natural, al ver como andaba de ortografía su ex-discípulo.
—Pero hombre de Dios —le dijo—. ¿Yo te he enseñado a escribir admirado con hache?
Y «Minuto» replicó de inmediato:
—Mire usted, es tanto el cariño que siento por usted, que todas las letras me parecen pocas para demostrárselo.

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Unos zapatos con huecos
Fernando «El Gallo», gran torero, pero muy deficiente estoqueador, fue a matar cuatro toros a la Isla de San Fernando, complaciendo así a un compadre suyo que se hizo empresario de la corrida. Era el tal compadre, zapatero de profesión y pensaba utilizar en su industria del calzado, las pieles de los cuatro toros. El maestro Fernando no estuvo muy acertado con la espada y pinchó más de la cuenta, sobre todo estoqueando al cuarto toro que lo volvió loco. Cómo sería la cosa, que el empresario-zapatero poniéndose de pie, le gritó: — ¡»Compare» de mi «arma»!… Pare «usté» la «ametrallaora» que no me va a «queá» libre un ‘peaso de piel pá jaserle» unos zapatos a los chiquillos.

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Rafael Guerra "Guerrita"
Rafael Guerra «Guerrita»
Las Jacas de “Guerrita”
En cierta ocasión coincidieron en una cacería el rey D. Alfonso XIII y el famoso diestro “Guerrita”, retirado ya.
El rey llevaba un magnífico automóvil y el torero un coche arrastrado por cuatro jacas.
-Buen coche llevas- le dijo el monarca a Rafael.
-Tampoco es malo el de “zu” Real “Majestá”. Ahora que, a carrera larga, gano yo.
Poco después, puesta en marcha la comitiva, y no obstante haber salido el último, dejó el rey atrás a todos los demás; pero ocurrió que el magnífico automóvil regio sufrió una “panne”, y mientras reparaban la avería llegó “Guerrita” con sus cuatro jacas andaluzas, quien, encarándose con D. Alfonso, dijo muy satisfecha:
-Ya advertí a “zu” Real “Majestá” que, a carrera larga ganaría yo.

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Juán León
Juán León
Que tiempos aquellos
Mataba Juan León, en Cádiz, uno de esos toros berrendos de sentido, con los que no hay arte posible para mandarlos pronto á la carnicería; y cuando había dado muchos pases, un gitano que ocupaba un asiento de tendido gritó:
—¡Qué tiempos aqueyos, zeñon Juan!
Juan León siguió dando pases y más pases, sin adelantar nada.
Al poco rato volvió el consabido gitano á gritar:
—Zeñon Juan, ¡Qué tiempos aqueyos! ¿Zacuerda osté?
Juan León, más quemado que un pisto manchego, siguió dando pases y pinchazos á más y mejor, y el gitano volvió á repetir:
—¡Zeñon Juan, qué tiempo aquer! En toavía no apuntaban estas patillas, que Dios conserve en mi fisonomía!
El torero no pudo aguantar más, y dirigiéndose al gitano, le dijo:
— ¿De qué tiempo del diablo habla usté, señor esgalichao?
—Hombre, de qué tiempos han de ser, contestó, ¡de aqueyos en que comenzó osté á bregar pa matar ese becerriyo!

 

Toros en Paris El primer año en que se celebraron corridas de toros en París, fueron allí, como es sabido, casi todos los matadoras de alternativa. Almorzando en un hotel el mismo día de la llegada la gente que iba al servicio de Fernando Gómez…

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